miércoles, 24 de febrero de 2016

Escribiendo...

                 Once de la noche. Das un beso a tu hija de 15 años y a tu hijo de 13 y os vais a dormir, mañana será un día duro.
Mañana es viernes y saldréis con uno conocidos a cenar. Tus hijos se quedarán en casa. La mayor cuidará del pequeño. 
Lo que no sabes es que ella va a quedar con un desconocido que dice que la conoce de una fiesta a la que fue. Por su perfil de Facebook (perfil que no has visto) ella cree que es un chaval normal de 16, skater, con la gorra para atrás y una dilatación en la oreja izquierda. Le gusta ir de botellones y escuchar electrolatino.
Te despides de tus hijos y sales. Tu hija se comienza arreglar: maquillaje, falda-cinturón, top de escote prominente y tacones negros. Su hermano se queda calladito en casa, hecho una bola en la cama y mirando el móvil con miedo. Nadie sabe que todos los días recibe amenazas por Tuenti y Twitter, que al acoso en la clase se le une el cyberbulling, silencioso y muy profundo. Cada golpe virtual es una puñalada real.


         Al día siguiente tu hija no ha vuelto. Su hermano no dice nada, no sabe nada, solo llora y se enrosca en el sofá. Llamáis a la policía, os dicen que esperéis. No se puede hacer nada… o sí. Uno de los policías propone que os metáis en sus redes sociales para ver si hay alguna información sobre su paradero. Entonces se abre la puerta a una duda: ¿deberían acceder sus padres a su Facebook?
Unas horas después aparece la chica con el rostro demacrado. Ha tenido “suerte”. Confiesa que estuvo hablando con un joven al que no conocía en persona, y que resultó ser un cuarentañero que la ha humillado en una (que no la primera) de sus experiencias sexuales.  Este tipo de acoso se suele denominar también sexting o grooming.
Comienzan las broncas y las regañinas, las charlas sobre que no debe aceptar solicitudes de amistad de desconocidos ni hablar (y por supuesto ni quedar) con ellos. En Facebook los chats están abiertos por fotos de desnudos que ella tenía que enviarle. Todo sigue con el amargo recuerdo.


        Pero la historia no se ha terminado aquí. Vuelve a empezar una semana con un mal sabor de boca. Tu hijo no quiere ir a clase, dice que se siente mal, que no quiere ir.
Comienzan las mentiras: un día está enfermo, otro no hay clase, etc. Hasta que llega un martes en el que os llaman del Instituto diciéndote que no ha ido a clase, cuando debería de estar. Se da la voz de alarma. La ansiedad reina. En eso, la hermana encuentra un sobre cerrado al lado del ordenador del pequeño. Es una carta de suicidio, donde dice con letra temblorosa que no lo aguanta más: las palizas a la salida del colegio, los insultos, los ataques continuos por toda la faz digital… Debe irse, siente que debe irse, que así evitará que le hagan daño a su familia. Manda besos a todos y se despide con un borrón probablemente causado por una lágrima. 

https://youtu.be/MV5v0m6pEMs Os dejo este impactante vídeo sobre una campaña contra el ciberacoso

Esa misma tarde aparece el cadáver del niño. Se ha arrojado al río y ha dejado que su cuerpo se ahogase.
Los padres lloran. La hermana llora. Una vez que abren su teléfono se dan cuenta de esos insultos, de esas heridas abiertas que palpitan sangre virtual.

Aquí os dejo un vídeo sobre el cyberbullying que no tiene desperdicio (de Play Ground) https://www.facebook.com/PlayGroundMag/videos/1081964475176761/
Todo podía haberse evitado.


Todo si… los progenitores hubieran podido acceder a las redes sociales de sus hijos.
Sin embargo… ¿dónde queda el derecho a la intimidad de los menores? ¿Deberían estar sometidos a la constante vigilancia en Internet? Mas… ¿no estamos ya controlados por los grandes de la comunicación que siguen todos nuestros pasos y dejando nuestras huellas imborrables?
Se quiere aceptar una ley según la cual los menores pueden tener controlado el acceso y su actividad en Internet por los padres (en caso en que se sospeche un posible abuso). ¿Es esto ético/moral? ¿Debería estar permitido? Es probable que esto pueda derivar en un ataque más férreo y en un control no alejado de 1984?


     Esta es una historia de las que salen (o de las que se olvidan) todos los días en los medios digitales o en los tradicionales. Una historia que no tiene un final feliz. Una historia que no nos libera del debate, de ese Escribiendo… que nunca termina.





              Pero no todo se basa en un discurso pesimista. Internet puede tener otros fines más positivos, como emplear las plataformas digitales para contestar aquello que no nos gusta, para informar de las situaciones que se dan y denunciarlas, para crear una opinión pública que se enfrente a la autoridad (tarea reservada hasta hace no mucho a los profesionales de la información, pero que actualmente no satisfacen esas necesidades mediáticas), el llamado cibertactivismo. Las personas de a pie ahora tienen en su mano dar información, sacar a relucir casos y situaciones como en el 15M o la Primavera Árabe. Hay que alejarse de la imagen del personaje que, como la Inquisición, arroja una cruz y agua bendita a las nuevas tecnologías. Hay que dejar de lado el combate entre Apocalípticos e Integrados (teoría de Umberto Eco) y unirse para remar en una misma dirección. Seleccionar y filtrar correctamente los datos que nos llega, evitando la saturación informativa y apoyando la función de los medios tradicionales que, como viejos prematuros, se queda coja y no es capaz de ayudar a los ciudadanos. El problema es que seguimos echando la culpa a los políticos cuando los que de verdad están detrás son los Mercados.


Por otro lado, sobre el control de nuestros perfiles virtuales, el FBI quiere aprovechar la investigación policial para espiar a los usuarios, en concreto a un criminal (Syed Rizwan Farook, uno de los responsables del atentado de San Bernardino), un juez ha apoyado la iniciativa, mas Apple se opone rotundamente. De ese criminal se puede pasar a vigilar los teléfonos de otros usuarios, violando su derecho a la intimidad. ¿Qué debería primar? ¿La seguridad o la intimidad?

Aquí os dejo el enlace del vídeo de Play Ground sobre este caso: https://www.facebook.com/PlayGroundMag/videos/1081854548521087/

De todas formas, se han creado mecanismos de contestación como Anonymus o Wikileaks (de los que hablé en la entrada anterior) que pretenden devolver el poder a la opinión pública. Hay que recuperar el poder perdido.
Dejémoslo en:

Escribiendo...

miércoles, 17 de febrero de 2016

Snow(-)Den y los siete escándalos: el teléfono escacharrado



                 Érase una vez un consultor tecnológico estadounidenses llamado Edward Snowden. Edward trabajaba para la CIA, hasta que un día (un bonito día veraniego de 2013), Snowden decidió escaparse de EEUU. El malvado tío Sam había ocultado casos de espionaje donde usurpaba el derecho a la intimidad de los ciudadanos y otros organismos, información que Snowden reveló “traicionando” a su país, pero cobijando la intimidad de las personas.  Algunos de estos programas de investigación que empleó la CIA fueron   PRISM y XKeyscore, programas en los que el mismo Edward había participado para su configuración y que no dudó en mostrar públicamente en dos periódicos ingleses. Desconocemos las verdaderas motivaciones que llevaron a Snowden a poner encima de la mesa dicho contenido, quizás fuera un arrebato de solidaridad con los ciudadanos o compasión por su ignorancia. El Gran Hermano de esta bonita familia, Steve Jobs, le quiso dar unas buenas collejas, pero sin cerrar los ojos, naturalmente.  El pobre de Snowden tuvo que huir y refugiarse bajo el frío ruso (todos saben de la hospitalidad rusa cuando se habla de acoger a heridos por el águila americana). Desde allí calentó los corazones con sus terroríficos hostigamientos al gobierno americano. Y no solo se descubrió el podrido pastel de EEUU, sino que se vio cómo se tenía pinchado el teléfono y correo personal de la archiconocida Angela Merkel, entre otras personalidades. (Lo que quedó en muy segundo plano es que la misma Merkel también tenía el vaso puesto en América y escuchaba de todo por su respectivo cable).









            El caso de Edward nos hace replantearnos muchas cosas: ¿hasta dónde llega el derecho de los gobiernos a conocer información? ¿Dónde acaba el derecho a la intimidad privada? ¿Estamos ante un mundo al más puro estilo de 1984 y no nos hemos dado cuento? ¿Nos tienen tan bien engañados con esta policía silenciosa? ¡Ábranse los peligros de la Red! Ese Mare para nada Nostrum donde los hackers son los nuevos demiurgos y donde el Gobierno ve atravesado su magnífico globo aerostático henchido de secretos por los dardos agudos y punzantes que disparan desde las sombras grupos como Anonymus o el ya mencionado Snowden.
¿Acaso tiene derecho el Gobierno a controlar nuestra información para protegernos? La “Libertad es la esclavitud”, rezaba uno de los lemas del libro más famoso de George Orwell. ¿Estamos dispuestos a vender  nuestra libertad por “seguridad”?

Estamos ante un hombre que ahora es consejero primero de Putin, ¿dónde quedaron aquellos espías de las películas? Un buen ejemplo de ello está en Leon Theremin ((del que podéis leer mi biografía ficticia en el blog de Steampunk Madrid: steampunkmadrid.blogspot.com.es )) ¿Puede que el mismo Edward esté jugando a dos bandas?  Y abierta queda la veda a una nueva cuestión: ¿Es un delincuente o un héroe? En este mismo instante está escondiéndose como un criminal pero, ¿qué pasaría si saliese de su madriguera? Se le echarían encima, ¿no debería tratarse de la defensa de la libertad de expresión?


¿Deberíamos ser todos un poco Snowden y no callar contra todo? Deberíamos, desde mi punto de vista. Hay que ser críticos, hay que dudar de todo, la duda nos hace libre. Y hay que luchar contra el ciberespionaje, pues en un mundo digitalizado donde toda nuestra vida está colgada en la nube, donde todas nuestras conversaciones se desarrollan en las redes sociales, no estamos a salvo. Ni a salvo del gobierno ni de esos grupos que lo hacen sangrar, porque si para ellos es tan fácil pasar los increíbles protocolos de seguridad de entes tan importantes como la web de la Policía Nacional, ¿cómo no va a resultarles sencillo ver nuestras conversaciones? No es tan fácil protegerse pero… ¿protegerse? ¿Acaso la gente quiere proteger su intimidad cuando cuelgan todo su día a día en Facebook para que lo vea todo el mundo?


Luego está el problema del derecho al olvido: nuestro rastro en Internet es imborrable, y eso se aprovecha demasiado bien. Todo lo que digamos y hagamos tendrá consecuencias.
Otra manera de espiarnos es a través de los electrodomésticos conectados a la red. De eso queda constancia en los numerosos casos de padres que quieren espiar a sus hijos a través de juguetes como estos preciosos peluchitos o esta Barbie Hello! Pero esos datos acaban en la red, esos padres se juegan la intimidad de sus hijos por el mero hecho de querer privarlos de su libre acción. 




Y así, los secretos y las verdades germinarán de la tierra digital abonada con clicks y motores de búsqueda, dejando la puerta abierta (o al menos con posibilidad de forzarla) a salir de esa espiral controladora y ese filo fino entre libertad y seguridad.
Recordad: EL GRAN HERMANO EEUU OS VIGILA

miércoles, 10 de febrero de 2016

Una de las enfermedades más peligrosas, la DD (Digital Divide), ataca al mundo




              La Digital Divide, o brecha digital, es entendida tradicionalmente como la abrumadora diferencia que hay a la hora de tener la posibilidad de poder acceder a Internet o no. Arturo Serrano y Evelio Martínez, en su libro La brecha digital: Mitos y realidades dan una definición bastante buena sobre en qué consiste este fenómeno: “Es la separación que existe entre las personas (comunidades, países, Estados…) que utilizan las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) como una parte rutinaria de si vida y aquellas que no tienen acceso a la mismas y que aunque las tengan no saben cómo usarlas” En la actualidad se distinguen varios tipos de “brechas”: la brecha digital del acceso (basada en la diferencia entre las personas que pueden acceder a las tic y las que no); la brecha digital de uso (a partir de quienes saben utilizar las tic y quienes no) y la brecha de calidad del uso (basada en las diferencias entre los propios usuarios). La Unesco hizo énfasis en otra esfera de la nueva desigualdad al subrayar la importancia de lo que denomino la brecha cognitiva (knowledge gap) definida como las desigualdades en “la producción de conocimientos y la participación en ellos”.


Varios organismos internacionales han tratado de mitigar los efectos de este abismo.
La UNESCO ya intentó a partir de los 80 reducir esta brecha digital, sin mucho éxito, y teniendo como eje central a EEUU y a Latinoamérica. En 1987, la Unión Europea buscó generar una política pública regional para las telecomunicaciones con la presentación de un documento sobre políticas públicas denominado Libro verde.
La postura de los países miembros, en ese momento, era de abolición de los monopolios nacionales con el objeto de dirigir las redes de información como elemento de construcción de un mercado único, esto fue ratificado en 1995 con la creación de la Global Society of Information durante la cumbre del G7. A este le siguió el Libro Blanco, que abogaba por la imposición de medidas estatales. La ONU también decidió sumarse a esta medida mediante la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información con el apoyo de la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
Ante todo, los países latinoamericanos son los que más soluciones han pedido y buscado pues, detrás de África, son los países donde esta brecha es más abismal. De hecho, los países africanos propusieron la configuración de un Fondo de Solidaridad Digital, que pretendía conseguir que los países más ricos dotaran de los recursos necesarios a los países más pobres para poder subirse al tren de la digitalización. Sin embargo, este proyecto fue denegado.

Esto nos deja entreabierta la puerta a la duda malpensante: ¿es esta una de las razones por la que los ricos siguen siendo ricos y los pobres, pobres? ¿Dónde queda la solidaridad? En un mundo globalizado donde la información es poder los que la tienen la guardan recelosos, la protegen de posibles nuevos usuarios como una manada de hienas. Y así, expulsando al resto, forma una elite poderosa, porque controlan los medios y los datos que salen. Por ello toda Latinoamérica, África y parte de Oriente Medio, luchan por edificar un puente o un parche que cierre la brecha digital. Bueno, quienes luchan son los que no pueden, claro,  a los que se les tiene vetado el acceso a esta “sala VIP” que es el globo de la información.

El otro problema viene cuando, aun cuando se tiene acceso a Internet (y todo lo que eso conlleva) no se sabe qué hacer con ello. Tanto conocimiento nuevo nos abruma, nadie nos deja un manual de instrucciones, nadie nos ayuda a forjarnos un espíritu crítico que sepa diferenciar lo falso de lo cierto. Ahora que los bebés parecen venir con un ordenador/Tablet/móvil debajo del brazo y saben mejor que sus progenitores cómo va el “maravilloso” mundo de la tecnología se genera un cierto bache entre las dos partes. Y ya no digamos entre nietos y abuelos. 


Se configura una nueva brecha generacional, que no depende tanto del poder socioeconómico como del propio contexto histórico social donde han crecido unos y otros. Esto ha afectado también a la educación, y parece que todos los colegios, institutos y universidades quieren modernizarse incorporando las TIC a la enseñanza, lo que demuestra que este socavón sigue sin solucionarse, igual que las obras en Madrid. Hay que cambiar el modelo de relación entre los alumnos y el profesorado

En esta página podéis ver algunas soluciones que contribuyen a coser esta brecha digital, aunque, desde mi punto de vista, debería hacerse de forma pública y desde los organismos estatales: http://www.cosiendolabrechadigital.com/

Aquí vienen algunos datos interesantes sobre este fenómeno: http://www.exitoexportador.com/stats.htm

Y una última bromita:
 

miércoles, 3 de febrero de 2016

ENREDADOS



        Hablar de la sociedad actual es hablar de la sociedad en red. Esa sociedad que vive en un sinvivir por cuidar de su mascota más preciada, Internet. La conexión permanente con el mismo momento en miles de sitio nos consume, nos tiene esclavizados. Estamos encadenados y saturados por demasiados datos, demasiados estímulos, la llamada Toxicoinformación. En España, el 77% de la población es usuaria de Internet, es decir, un total de 35758695 usuarios activos. Esta cifra se ha incrementado en un 25% del año 2014 al 2015.
Sin embargo, ¿qué pasa con ese tanto por cierto restante? Se abre una profunda brecha digital, donde aquellos que bien por edad, (sobre todo las personas de una o dos generaciones anteriores) bien por falta de ingresos o por su determinada situación social  no pueden acceder a la Red quedan desplazados del sistema. 

Quizás resultaría conspiracionista afirmar que los Mercados (y los políticos como marionetas directas de estos) aprovechan este abismo para sacar a esos individuos de la ciudadanía, de la información. Porque sin información en un mundo donde tener datos es más que clave te conviertes en un pelele de trapo tirado en la cuneta. Y, además, no solo está el hecho de no poder acceder a la información; sino que, aun teniendo la oportunidad de entrar en esa autopista electrónica, se desconoce en muchos casos qué hacer con esa información. No se entiende, está en un lenguaje para muchos desconocidos, lo que nos hace retornar a la idea ya expuesta. Incluso, si queremos sacar más punta a este iceberg, podemos decir que mucha gente hace un uso incorrecto o insuficiente comparado con las infinitas técnicas que nos ofrece. Mas se podría abrir aquí un fiero debate sobre esta cuestión que dejo abierto.


Por otro lado, los españoles abrazan a Facebook, Twitter, Youtube y Google+ como padrinos acogedores en este mundo virtual. Hablemos de estadísticas, que parecen ser más claras.


Según datos de iabspain.net de 2014, YouTube continúa siendo la red social más valorada (8 sobre una escala de 10) –Auronplay, el de “Hola, bebés” y otro montón de youtubers, enhorabuena, lo habéis conseguido-, seguida de Spotify (7’9), Instagram (7’7) –el postureo os ha hecho fuertes. Venga, un cupcake y un selfie para celebrarlo- y Facebook (7’6).
Las peor valoradas son Tuenti (5’1), Badoo (6’2) y Google + (6’5). Todos hemos oído ya a propósito de Tuenti, que se va a cerrar la red social con la que muchos adolescentes de nuestra quinta (1996) compartimos fotografías de juventud y mensajes locos en plena edad del pavo. Más reciente –y con la misma decadencia- esta Badoo, esa red social de contactos que levantaba cotilleos en el bachillerato y risas en los recreos.

Además, suben Spotify (de 7’7 a 7’9) y Flickr (de 6‘2 a 6’9), así como LinkedIn (de 6’8 a 7’1) e Instagram (de 7’2 a 7’7). LinkeldIn ha proliferado desde la crisis, y se ha convertido en una red esencialmente profesional donde el coworking y el encuentro de nuevos expertos son la nota dominante. Mientras Facebook (baja tres décimas) y Google+ (cuatro décimas menos). Algunos estudios de iabspain.net sostienen que los hombres suelen emplear más Google+, y las páginas más buscadas tienen relación con las telecomunicaciones y la tecnología (39%). Las mujeres, según revela este estudio, buscan más sobre higiene, belleza (36%) y alimentación (34%). ¿Estamos corroborando los estereotipos de género?


Hagámonos más preguntas, ¿para qué usamos las redes sociales? Respuesta obvia: para socializar. Nos pasamos una media de cuatro horas en el ordenador y dos en el móvil (diarias) actualizando nuestro perfil de Facebook, viendo qué hacen nuestros contactos, respondiendo mensajes y publicando comentarios y estados profundos. También vemos vídeos absurdos en Youtube o nos descargamos y escuchamos música en Spotify, hacemos listas y las compartimos por Twitter y de paso hacemos tredingtopics con un montón de hastags. Aunque también hay que comentar que cada individuo es como un inmenso Dumbo con antenas y receptor de noticias, muchas de esas en 140 caracteres. Es una nueva forma de entender el periodismo, uno donde el periodista ya no es ese profesional de la información que es omnisciente de todo lo que pasa en el mundo. Deja de ser ese filtro de té desgastado para pasar a analizar las causas y consecuencias de esas noticias rellenas de hipervínculos.
No podemos olvidar que uno de cada cuatro usuarios sigue a marcas y participa en concursos con frecuencia y uno de cada cinco habla de compras. Amazon encabeza las compras de internet, junto con Aliexpress (desbancar al gigante de Alibaba es un reto difícil) y Ebay. Lo bueno de Amazon (momento SPAM) es su fiabilidad y su estupendo servicio al cliente. ¡Todo se puede adquirir por el carrito on-line! Lo cierto es que esto está revolucionando el mercado de las compras.
En definitiva, las redes sociales nos han consumido en una vorágine de anuncios, cookies, links azules, pestañas que se abren solas con ojos rojos y amarillos y un sinfín de notificaciones que nos distraen y nos entretienen al mismo tiempo. Debemos ser críticos con la información, debemos luchar contra lo falso y romper esa telaraña enmarañada, la Web de esa colonia de arañas de símbolos mundialmente conocidos. Debemos estar… Estamos…
¿Enredados?  

Os recomiendo este vídeo con dibujos de Españistán, donde muestra en clave de humor y sátira, lo que son ahora las redes sociales y su origen: https://youtu.be/1yDlCSVEc6A 



Para más información, se puede consultar en: 
-Informe del VI Estudio de Redes Sociales, del IAB Spain. Enero de 2015

-Digital, Social and Mobile worldwide, de We are social. Enero de 2015