sábado, 27 de septiembre de 2014

Tú VS Yo

Ensayodel texto Paul Watzlawick, Beavin Bavelas y Don D. Jackson: “Teoría de la comunicación humana. Interacciones, patologías y paradojas.

versus Yo

    “No es posible no comunicar”, dice el primer axioma de la escuela de Palos sobre la comunicación.
Para poder hablar en esa tesitura primero debemos definir qué se entiende por comunicación. Aquí se trata de “una unidad de conducta definida por un modo general”.
En el complejo entramado de la comunicación intervienen diversos elementos susceptibles a cambios, y tal vez la esencia del acto comunicativo sea que es imposible no comportarnos. Hagamos lo que hagamos (o incluso no haciendo nada), ya estamos comunicando. El sinsentido, el silencio, la inmovilidad y la negación también son comunicación.

   Sabemos que cuando queremos transmitir un mensaje lo hacemos con una intención, sin embargo, puede ocurrir que la otra persona no comprenda cómo debe entenderse ese mensaje.
No estoy hablando de lo difícil que puede ser el proceso de comunicación si la lengua  de emisor y receptor es diferente, partimos de unos parámetros comunes.
Donde reside la verdadera confusión es en el aspecto connotativo del acto de comunicación, la “puntuación de la secuencia de hechos”, porque el contenido pertenece a la cara referencial, a los datos digamos, “objetivos”.
Así se deduce la segunda máxima: “Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional; tales que el segundo clasifica al primero y es, por ende, una metacomunicación”.

   En todo acto de comunicación se pueden establecer diversas relaciones, todas englobadas en “tríadas” denominadas por Estímulo-Respuesta-Refuerzo, lo cual recuerda al método del condicionamiento operante formulado por Skinner.
Así se establecen patrones de intercambio entre emisor y receptor de forma cíclica.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la puntuación (tercer axioma) organiza la conducta, lo que puede desembocar en desacuerdos y problemas, generando una grave distorsión de la realidad: “La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias de comunicación entre comunicantes”.
  Citaré una común paradoja que puede llevar a la reflexión de los problemas que puede tener la comunicación: “La Guerra es la Paz”.

    Esto nos lleva al punto, en mi opinión, más interesante: la comunicación analógica y digital.
Hemos mencionado el aspecto referencial y connotativo en el ámbito de la comunicación, sin embargo, hasta ahora nos referíamos a un intercambio de palabras, palabras convencionales cuya relación con el objeto al que denotan es puramente arbitraria (por ejemplo, el cuatro es cuatro porque se le denomina así, aunque podría llamarse cinco en vez de cuatro).
Estas sílabas son el resultado de un proceso de abstracción muy complejo, mas sabemos que en la interacción comunicativa entre dos personas (o más) hay otro elemento importantísimo, que a veces llega a olvidarse: el lenguaje no verbal; o lo que es lo mismo, la comunicación analógica.

   En al actualidad puede interpretarse como el paso de una comunicación natural, frente a frente, a la comunicación que nos permite la nueva tecnológica (la saga de los “i”, ordenadores, móviles, etc.), que han creado una forma inimaginable de comunicación.

   Desde el punto de vista del psicoanálisis (por tratar otras corrientes psicológicas), la comunicación analógica estaría ligada al Ello, pues no entiende de negación en sus propósitos; y la digital con el Super Yo, plasmado en esos convencionalismos “lógicos”, en el puro contenido del mensaje.
Durante la comunicación interpersonal no solo intercambiamos palabras; sino que también traspasamos gestos, posturas, tonos, sentimientos, instintos, segundas intenciones y un millón de detalles que sin decir nada dicen mucho.
De ahí la complejidad de este proceso, pues es necesario traducir el mensaje del otro e interpretarlo (en esto también juega un papel muy importante el bagaje cultural que se enreda a nosotros cual mortaja, oscureciendo y manipulando nuestra mente).
    
    Aparte de esta relación analógico-digital inseparable hay, así mismo, relaciones variadas entre el emisor y receptor, que pueden estar basadas en la igualdad (cismogénesis simétrica) o en la diferencia (cismogénesis complementaria).
   Evidentemente no se establece el mismo vínculo entre un profesor y un alumno que entre una pareja o unos amigos.

    Haciendo referencia al título de mi ensayo, (“Tú versus Yo”) hago alusión a la doble relación de confusión que puede haber con la partícula versus, pues acuñada desde el inglés por “contra” (sinónimo de relación insana, venenosa), su original significado en latín no era otro que “hacia” (lo que puede interpretarse como buena relación).  


   En conclusión: la comunicación se basa en una relación recíproca (feedback o retroalimentación), donde tanto emisor como receptor envían y reciben mensajes en un contexto socio-cultural cuya intencionalidad es variable, y cuya esencia debe ser interpretada con el fin de llevar una buena comunicación. 



miércoles, 24 de septiembre de 2014

G.O.O.G.L.E

 (Del Resumen y comentario: ¿Google nos está volviendo estúpidos?)



   Algo está pasando en la era actual. Hay unos nuevos seres que nos abren las puertas al “pleno y verdadero” conocimiento. Estos seres tienen nombre: ordenadores, computadoras o similares. Han presentado un modelo novedoso de almacenamiento de información mediante enlaces e hipervínculos y lecturas rápidas, breves y concisas.
Ya no se quiere (incluso ni se puede) disfrutar de “ladrillos” bíblicos de montones y montones de páginas, resulta una tarea ardua y tediosa.
Sin embargo esto no quiere negar las maravillosas ventajas que nos ha brindado dicho hallazgo, y la sola invocación de las sagradas palabras “Internet”, “WWW” produce la aparición de unos hombrecillos azules que trabajan por nosotros para ahorrarnos trabajosas búsquedas.
   Es verdaderamente triste ver como ya no se “LEE”. Se hojea, se “echa un vistazo”, pero en la mayoría de las veces la información no se quede retenida en nuestro cerebro, sino que se traduce en un  clic en el ratón para conducirnos como don Latino a la plaza que deseamos.
Sabemos, y no es ningún misterio la maleabilidad de la mente humana y, siguiendo la creación del hombre según la tradición griega, (a base de barro y arcilla), Internet (por citar al gran culpable, Google) toma entre sus cibernéticas manos nuestra cabecita inocente  y pura para hacer de ella (antes una inmensa casa riquísima como los palacios de San Petesburgo) un mísero, arrugado y escueto guisante gris.
  Para entender esta horrenda metamorfosis, es necesario retornar a la creación de los primeros aparatos mecánicos, y después al nacimiento del gran (anti)Cristo de la tecnología, Taylor, cuyo sistema olvidaba esa vulgar mitad humana llamada sentimientos, obligando a los trabajadores a transformarse en máquinas de producción planas, en pos de un “atajo” eficiente y rápido, reprogramándonos hasta hacernos autómatas, pero, como  venerada justificación, origina el aumento de la producción.
Este es el mismo sistema que Google aplica: máxima velocidad, eficiencia y producto, en detrimento del desarrollo de las capacidades humanas y caminando tras los pasos de una perfecta creación de inteligencia artificial (como un nuevo moderno Prometeo que en vez de mejorarnos nos empeora).
Esta idea atenta contra la propia capacidad del individuo, supeditándonos a un máquina (inteligencia artificial)  tal si ésta fuera un Dios, limitándonos el pensamiento y nuestro raciocinio.
¿Con esto intenta transmitir que la “especie elegida” es una computadora?
En mi opinión la evolución humana reside justamente en su propio desarrollo, y esa “utopía googleliana” quiere coartar el pensamiento, hacernos borregos para que llegue un momento en el que los ordenadores sean dueños del universo.
Es peligroso: no quieren nuestro cuerpo, sino que intentan apropiarse de nuestra mente.
    Si se quiere pasar de una sociedad en la que las máquinas son los objetos inanimados, ayudantes y a merced del hombre, vacíos de toda emoción a una en la que sean la raza humana la de intangible corazón, cabeza pequeñísima y cuadrados como pantallas donde las inteligencias artificiales sean nuestras señoras y amas y las que posean más captación de sentimientos, no quiero verlo.


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martes, 16 de septiembre de 2014

Ensayo: Se recibe COMUNICACIÓN, se lee "CONTROL", se adquiere "CRÍTICA":

Ensayo texto John B. Thompson: “Comunicación y contexto social”.

Se recibe COMUNICACIÓN,
Se lee “CONTROL”,
Se adquiere “CRÍTICA”.

    Tras leer el texto de Thompson sobre la estrecha relación que mantiene la comunicación con el contexto social correspondiente además de las características de los medios de comunicación, se puede analizar la importancia que el poder (de un jefe tribal, de un “hechicero”, de un rey o de una cúpula de poder en un Estado) tiene sobre los medios de comunicación.
   Entendemos poder como “la capacidad para actuar según los propios intereses infiriendo en acontecimientos y personas y la posibilidad de variar resultados”.
    Hay varios tipos de poder: económico, político, coercitivo y simbólico.
Pero, ¿qué tienen que ver las instituciones de poder con la creación y transmisión de formas simbólicas, de información?

   Sabemos que la comunicación mediática es integral y no puede entenderse al margen del contexto social, de los “campos de interacción” (en palabras de Thompson “parámetros socioculturales en los que actúan –mediatizados-los individuos”), y que la información recibida por los medios de comunicación (cuyo nombre más apropiado debería ser medios de difusión, pues no se participa –normalmente- en la configuración de los mensajes) es adquirida, comprendida, aprehendida e incorporada a nuestros esquemas cognitivos previos.
Pero tras el surgimiento de la “comunicación de masas” (entendido este término como una información dirigida a un público muy amplio) se edifica un nuevo escenario tecnológico, (recuérdese el salto de la era analógica a la digital) donde la información y comunicación pueden manipularse de manera más flexibles.

   Esto no quiere decir que anteriormente no se garantizara a la información una sesión de maquillaje y empolvado, no hay más que ver el dominio ejercido por la Iglesia a los pobres fieles durante la Edad Media (poder simbólico).
Sin embargo, el desarrollo de la comunicación está ligado con fuerza al desarrollo del transporte, pues el conocimiento sobre el mundo en la Edad media se restringía al pueblo o ciudad donde se vivía y con  mucha suerte a alguna villa o territorio vecino.

     Es evidente que una diligencia tirada por caballos enviaba las cartas con amplia lentitud; y que, cuando maravillosos inventos como el teléfono o el telegrama fueron creados, las distancias parecieron acortarse al calor de los barcos de vapor reduciendo el gasto temporal.
He aquí una de las características más destacables de los media: su grado de separación espacio temporal.
Gracias a la creación de instrumentos tales como la imprenta que permitía fijar y reproducir documentos, la información se movía por los años, perpetuándose (de mejor manera que las leyendas o técnicas pasadas de boca en boca), lo que permitió un conocimiento mayor del pasado (o del mismo presente pero de diferentes lugares al mejorarse el transporte) y un “acortamiento” de las distancias.

   ¿Quién no ha escuchado alguna vez decir –o ha dicho él mismo- “¡qué pequeño es el mundo!”?
En efecto, qué pequeño se va haciendo el mundo a medida que se puede saber en tiempo real (o muy cercano, dependiendo del sistema de horarios vigente) lo que está ocurriendo en Siria, o hablar mediante vídeo-conferencia con un empresario de Nueva York o, de forma más simple, coger el teléfono y hablar largos minutos con la prima portuguesa.

   Se descubre la simultaneidad despacializada: mismo tiempo/ diferente lugar.
Aumentan las experiencias relacionadas con el espacio, el tiempo, la velocidad, la separación espacio-tiempo y la simultaneidad, lo que produce un incremente en el ritmo de la vida social.
Esto también ha afectado al sentimiento de pertenencia, ahora nos creemos más “ciudadanos del mundo”.
Nuestro sentido del pasado y del mundo abarca más allá de nuestra ubicación inmediata.
¡Qué locura!
El pasado nos parece una ventana abierta a miles de corredores; el presente, una inmediatez; y, ¿el futuro? El horizonte nos acecha demasiado cercano, precipitado.


    Pero, retornando al tema principal que atañe este ensayo, sobre la influencia del poder en los media… Los engendradores de información han pensado en cómo, nosotros tristes mortales y consumidores de información, recibimos justamente esas formas simbólicas: no somos receptores pasivos, ni mucho menos, sino que se trata de un proceso hermético, no es una mera adquisición que se realiza sin prestar atención, sino que se traduce en una apropiación e integración en el esquema cognitivo previo, por lo que hay una clara actividad interpretativa.
Esto me lleva a decir que el significado de los mensajes no es estático, sino que tiene  un carácter social e histórico, que depende de nuestras circunstancias personales, y que cada individuo puede variar el uso inicial del producto (mensaje), aunque no todo vale.

   Los configuradores de la información transmitida saben que es necesario que los receptores tengan unos conocimientos previos para poder captar y entender el mensaje, esto no tiene mucho misterio, pero ellos mismos pueden inculcar en esos “campos de interacción” plantaciones donde sus raíces se aferren a nuestra memoria, creando nuestro bagaje social y enredándonos en ese laberinto del que es muy difícil escapar.
Así, truncando esa información, engalanándola, nos “venden la moto”, como quien dice, y nos creemos cosas que en verdad son falsas y que predicamos, brindándonos una imagen errónea y un conocimiento empobrecido.

   Este tema puede resultar fangoso y puntiagudo, no se me malinterprete, mas ese Estado, para delimitar su poder y hacerlo crecer hasta convertirse en una bestia imparable, manipula nuestro presente, nuestras palabras, ofreciéndonos un reflejo distorsionado que al contrastarlo nos produce sorpresa.
Si se puede manipular de forma tan fácil (una pesada burocracia aún así) el ahora, estos instantes… ¿Qué pasaría si modificaran el pasado?
Esto sonará un poco paranoico, pero factible.
    Los medios técnicos (el sustrato materia de las formas simbólicas) han evolucionado para permitir cierto grado de reproducción, lo que resuelve, como materia sensible en tónica, en la clara explotación comercial, transformando las formas simbólicas en bienes de consumo que son partícipes en el mercado.
El momento actual dicta al oído a estos creadores que hay que explotar nuevas formas para registrar información, producir y reproducirla para entregarla a una pluralidad de receptores a cambio de remuneraciones económicas.

    También ha hecho que variara nuestra “experiencia mediática”, es decir, la percepción nuestra en y del mundo, lo que influye en nuestra visión sobre el globo.
Y los mass media (medios de comunicación de masas) pueden generar prejuicios y preconcepciones derivadas de la información que nos envían.

    Por ello el control y el ejercicio de la comunicación son tan peligrosamente importantes, pues donde en realidad hay blanco “ellos” (con ellos remito a los que construyen y emiten las formas simbólicas) dicen que hay negro, y a menos que seamos críticos y dudemos y contrastemos, creeremos que es blanco y no negro.
Se vinculan así al poder político y económico al mismo tiempo, e incluso al simbólico por asemejar el proceso de comunicación a la adoración de la verdad, a su firme creencia y divulgación con la misma fuerza que la fe.
¿Poder coercitivo? ¿Aquel que suplanta la voluntad ajena y la doblega mediante la fuerza física –normalmente- y la coacción?
No es este el momento ni el lugar de ese tema, pues entendemos la comunicación como algo, en principio, que descarta lo referido a un mensaje físico violento (lo que no quiere decir que el mensaje contenga la misma carga de amenaza).

    Sin embargo, reitero que el mensaje puede interpretarse y usarse de variadas maneras e, incluso, mediante los reproductores de vídeo nos sentimos libres en determinada manera del orden temporal impuesto por los organizadores -que integran el proceso de recepción en rutinas determinadas- con lo que podemos ser, un poco, “dioses” del tiempo, recreando el pasado y postergándolo para el futuro.


    En suma, cuando el Estado (nos centramos en el estadio de la civilización) controla, manipula y organiza las formas simbólicas y las comunica de una determinada manera, previamente habiéndonos hecho tragar las píldoras correspondientes de parámetros socioculturales apropiados para sus propósitos, tiene el mayor poder de todos: el poder de la información (o de la difusión, o de la comunicación, valgan como sinónimos).
No quiero remitir a un totalitarismo comunicativo, y por ello incito a la crítica y a sopesar el mensaje, a no adquirirlo, sino a apropiarse de él, comprenderlo (y eso implica el contraste y búsqueda de más datos para complementar la información recibida) y apropiarse de él sacando nuestras conclusiones y jugo del rico fruto del conocimiento, y todo el mundo sabe que exprimir una manzana es tarea ardua, mas que su zumo es dulce y gratificante cuanto más esfuerzo se emplee.

     Me gustaría cerrar este ensayo con una sentencia bastante oscura, dramática y que dé para pensar. Pertenece a la celebérrima novela de George Orwell, “1984”:

“Quien controla el presente, controla el pasado y quien controla el pasado, controlará el futuro






sábado, 13 de septiembre de 2014

Parte VI fanfic 1984: La venganza también se sirve flambeada



Tenía razón mi buena amiga Sarah Smith Walker, y mis agradecimientos a nuestra Afri, que me ha dado muy buenas ideas para este sexto capítulo.
Poco tengo que decir más, no me acusen de nada, échenle las culpas a las dos ya citadas xD


   Pues eso, que la venganza no solo se sirve fría sino...

¡ATENCIÓN! Solo para aquellos que conocen la historia.
¡ATENCIÓN 2! Puede contener trazas de ingrediente no apto para sensibleros y cupcakes. 



Parte VI: La venganza también se sirve flambeada.

-Dame unos minutos, enseguida vuelvo.
    O´Brien desapareció del cuarto que compartía con Winston (la habitación alquilada sobre la tienda del señor Charrington), dejándole arropado con la totalidad del edredón, pues el frío aprovechaba cualquier rendija para colarse.
    Se incorpora para dar un trago a un suculento café (no el desapetecible sucedáneo que estaba obligado a consumir por las mañanas, sino del excelente al alcance del Partido Interior) para calentarse y se percata de que el maletín de piel oscura de O´Brien ha quedado semi-abierto sobre una silla.
Sin darse tiempo a cortar su curiosidad se levanta y lo abre con cuidado. ¡Cuál es su sorpresa cuando encuentra el que fue su Diario!
Perplejo lo toma entre sus manos, asegurándose de que, en efecto, es SU DIARIO.
Pero lo que realmente consigue asombrarlo son sendos posits que indican distintas páginas, frases subrayadas, marcadores que señalan algo concreto y notas escritas a mano en un letra muy cuadrada y ortopédica, que Winston identifica de inmediato con la de O´Brien.

    Mientras curiosea éstas con gran interés la puerta se abre y O´Brien accede, sorprendiendo a su querido Winston con el susodicho libro.
-¿Que haces hurgando en MIS cosas? –Exclama enfadado. Winston le mira y sin amedrentarse responde.
 -Pues creo que esto NO es precisamente TUYO. –Dice con cierta ironía.
 -Déjalo. Fue necesario que lo leyera... tú ya sabes porqué... –La voz de O´Brien se pierde.
-¡¿Por trabajo?! –Asiente.- Pues esto no suena muy “profesional”.-Sin previo aviso abre una página al azar (aquella en la que Winston escribe que tras volver a encontrarse con O´Brien durante aquellos efímeros Dos Minutos de Odio y mirarse, es consciente de que no importa si éste es amigo o enemigo, mas una persona en la que puede confiar y que le comprende), leyendo las notas a tinta negra de O´Brien con voz de broma.-
  “Yo también le he vuelto a ver. Bueno, en realidad fui a buscarle. No tendría que estar por esa zona, pero no me fue difícil pasar por allí para poder verlo aunque fuera un momento. Y a pesar de que sabía que no era correcto, no he podido evitar mirar, aunque fuera por un instante, sus ojos. Y se por su mirada que confía totalmente en mi.
A veces pienso que me da pena traicionarle…”

    O´Brien comienza a perder la calma, gritándole a Winston que le devuelva el libro, pero éste se ríe y salta de la cama, defendiéndose del nervioso hombre que intenta atraparlo.
-¡Déjame leer otra! –Dice zafándose de él.- Esto es demasiado divertido. Y sin dejarle añadir nada más comienza con su tono despreocupado, justo encima de las líneas en las que confesaba que escribía ese Diario para O´Brien.- “Sabía que le importaba.
    Lo que no sabía era que le importara tanto. Ahora que sé lo que siente no sé si seré capaz de cumplir con mi deber, a pesar de que sea por su bien. –Winston pierde su tono gracioso para serenarse. Antes de leer en voz alta frena y traga, como si no creyera lo que está escrito.- Por un momento he pensado en dejarlo todo por él, irme con él y vivir como proles, ajenos a todo. –Ambos se han quedado mudos y petrificados. O´Brien resignado y con la cabeza gacha, retirándose las gafas con su característico gesto. Winston se deja caer sobre la cama, pues cada palabra que tartamudea ahora produce en él un efecto devastador, como si esas sílabas no pertenecieran al hombre al que ama.
Toma valor, respira con profundidad y se aventura a terminar las líneas, cada vez más oscuras.- Sé que simplemente pensar esto es un crimental, pero yo ya no soy yo...”
     Winston mira con la boca abierta y las cuencas desorbitadas a O´Brien, quien fuma a gran velocidad un escueto cigarro, y cuya mirada está oculta tras el brillo de sus cristales.
Opta por seguir con la lectura, llegando al punto en el que afirma que “La libertad es poder decir que dos y dos son cuatro. Una vez conseguido esto y resto vendrá solo”.
   Sin embargo, si instantes antes había creído en una transformación vertiginosa en O´Brien, lo que dice ahora le devuelve a su miembro del Partido Interior, recto y cortante.
-“¡¡¡¿Pero que crimental es este?!!! Retiro lo dicho anteriormente... WINSTON TIENE QUE APRENDER. Y seré YO quien le vaya a dar su lección...
   El silencio opresivo baña la habitación hasta sumergirla en un estado incómodo.
Winston está a punto de decir algo cuando la puerta se abre inesperadamente y aparece Charrington, alarmado por el ruido.
-¡Ah, O´Brien! –Dice casi con falsa sorpresa.- Pensé que ya te habías ido.
O´Brien de un zarpazo arranca el diario a Winston, quien tiembla como una hoja de papel.
-No te preocupes, camarada. Ya me iba. -Y al pasar al lado de Winston (que seguía en estado de shock) le susurra con su clásico estilo didáctico y amenazador. -Nos veremos, Winston. Nos veremos....
Y sale por la puerta, dejando a Charrington y a  su querido Winston paralizados, pues es tal el estruendo de la puerta al cerrarse que el cuadro que ocultaba la telepantalla se sacude atemorizado.

    En la memoria de Winston sigue repitiéndose aquellas dos palabras
Nos veremos…
   Sabe que O´Brien se vengará por conocer aquella parte suya más sensible, y su rabia le enquista un profundo miedo…



    Al día siguiente no recibió el característico mensaje de O´Brien y pasó acongojado toda la mañana en la oficina, mirando a las musarañas (a las musarañas no, porque en 1984 no quedaban musarañas), mirando a los paneles gris claro que encalaban las paredes, contándolos hasta perderse por cinco veces. Estaba preocupado. ¿Qué se había propuesto O´Brien?

   Regresó a su casa y nada supo de él.
El miércoles tampoco dio señas.
El jueves pasó desapercibo.
Una semana después Winston se desesperaba. Creía que O´Brien tras aquella discusión y burla no volvería a aquella habitación…
Sin embargo algo en su interior le decía que su protección no le iba a fallar nunca, y é se intentaba aferrar a esta creencia pero… ¡Una semana! ¡Siete días! La cabeza le iba a explotar y su corazón no podría recoger los pedazos por estar asfixiado en un rincón.

  Entonces se le vino a la mente una idea… Otro diario… Sí, otro diario…
Necesitaba poner nombre a lo que bullía en su alto y delgado cuerpo.
Esperó impacientemente a salir de la oficina y a ponerse en búsqueda de un nuevo cuaderno.
No le fue difícil encontrarlo, justo en la misma tienda de la primera vez.

    Cuando regresó a su piso una punzada se le enquistó en las piernas, pues sabía que la mera posesión de aquel conjunto de hojas recicladas y tapas duras podría llevarle a la ruina… Aquello le recordaba tantas cosas…
Pero ya nadie se preocupaba de lo que hacía, salvo O´Brien.
¿Dónde estaba O´Brien? Necesitaba conversar con él, y no era consciente de lo obligatorio que se había vuelto para él transmitirle lo que pululaba por su cabeza, sabiendo que le comprendería…
No lo pensó más y empezó a escribir palabras, una tras otra, bastante juntas y con poco sentido, pues no encontraba el término exacto en neolengua para lo que quería decir.
    La telepantalla hacia más ameno el ambiente con una musiquilla minimalista mientras su fibra azul cambiaba a las 2:24…


 
    Una semana. Se había propuesto alejarse de él durante un período de 168 horas.
O´Brien fumaba nervioso el quinto cigarro de la tarde, con las gafas empañadas por el humo.
Pensaba en el día anterior en el que, movido por un ansia de rebeldía estúpida y sin fundamento, se había dejado meter la lengua por otro miembro del Partido Interior.

    Suspiraba por no deprimirse más. Había sido lo más patético que había hecho en su vida, sin lugar a dudas.
Conocía perfectamente a toda la cúpula del Partido y sabía que la mayor parte se había estudiado al dedillo el cuerpo de la otra mitad. Repugnante.
Movía al cabeza en señal de negación y de sus labios expiraban nubes oscuras que se esparcían a su alrededor.
    No había traicionado a Winston.
Aquello no podía llamarse traición. Ni siquiera había esperado a cerrar los ojos y le faltó un manotazo para arrojar al suelo a aquel robusto “camarada”.
Se había largado de la reunión sin unirse a la orgía alcohólica que cerraba el acto.
Se desesperaba.
Vio su maletín de reojo e intentó esbozar una maliciosa sonrisa: mañana completaría su venganza…


   Por fin la tan deseada nota llegó al escritorio de Winston.
Escueta, directa y encriptada como siempre.
Winston suspiró aliviado, aunque su alivio se cortó cuando imaginó lo que aquella noche le esperaría: típica bronca larguísima y enojosa de O´Brien.
Si había algo que más aburrimiento le producía hasta querer que le sangrasen las pestañas por evitar tal tortura era O´Brien con su discurso excesivamente didáctico y lento.
Pero al menos le vería. Había que buscarle la parte positiva.
 
    El anticuado reloj analógico dio las ocho y tres de la tarde cuando O´Brien abrió la puerta.
Iba con su aire característico de maestro cansado de repetir y repetir la misma lección a un alumno que no entiende.
Winston se paró en seco. Por un lado quería pedirle perdón, darse un abrazo e irse a dormir. Por otro quería suplir la falta de tantos días…

    Pero apenas pudieron saludarse cuando se escuchó un sonido hueco, como el de una caja pesada cuando se deposita en el suelo.
O´Brien abrió la puerta asegurándose de que no estaba Charrington y vio un paquete envuelto en papel marrón.
Con el forro típico de un mensaje importante del partido descubrió el destinatario del mismo: Winston Smith.
Winston salió con disimulo y al ver su nombre inscrito se decidió a abrir la caja, bajo los consejos de O´Brien de abstenerse y muchas sílabas de Winston no quería escuchar, pues aquella sorpresa le había agradado mucho más el día.

   O´Brien murmuraba indicaciones cuando escuchó a Winston gritar tal si lo estuvieran matando. Y bueno, en cierto sentido, para él si que lo estaban matando:
    En una urna de plástico translúcido se oía el chismorreo claro y agudo de aquel bicharraco peludo y de cola larga que tanto temor levantaba en Winston: una rata.
Pero una rata fea, grande y asquerosa.
Menos mal que O´Brien agarró la urna en el momento en el que Winston retrocedía aterrorizada, porque sino el animal habría caído al suelo y hubiera sido todo mucho peor.

   Ante los gritos Charrington subió alarmado, y portando aún la caja (ya cerrada completamente), O´Brien le explicó en pocos segundos lo acontecido, y el dueño de la tienda volvió tranquilo a su puesto.

  Tras sendos minutos intentando tranquilizarlo, O´Brien supo que ese no iba a ser el mejor día para dejar caer su venganza sobre su querido Winston, pues “alguien” lo había hecho en primer lugar.
Desecho de la rata calmó a Winston lo mejor que pudo y un solo nombre salía entrecortado de su aliento:
-Ju-li-a, Julia…
Pues no quedaban dudas acerca del emisario de tan agradable presente.
Alegando mil y unas razones de porqué no debía haber confiado en ella, cuando la luna ovalada coronaba la punta de Londres Winston se quedó dormido en brazos de O´Brien.


   Al día siguiente, a la hora prefijada, Winston esperaba a que Martín abriera la puerta del piso de O´Brien.
Entró y allí estaba, con su cara avejentada y arrugada, cansada, y con su típico gesto colocándose las gafas.
O´Brien le hizo señas para que le acompañase a una habitación en la que no había estado nunca, y Winston se echó a temblar: O´Brien no iba a exceder su demora por ejecutar su venganza.
Un foco brillante le cegó las retinas y perdió el conocimiento durante unos instantes.

    Cuando se despertó se halló sujeto a una silla ligeramente incómoda y con los brazos extendidos con las palmas hacía arriba sobre lo que parecía una tabla.
En ese momento vio a O´Brien diferente a otras veces: sus gafas eran las de siempre (sin aquellos cristales O´Brien no podía ser O´Brien), pero en vez de su mono como la pez vestía una camisa oscura entreabierta y unos pantalones negros sujetados con varios cinturones de distintos tamaños.
Detrás de él había una gran pizarra blanca en la que escrito con tinta azul se leía:

2+2=5

   Miró a O´Brien, quien sostenía una maliciosa sonrisa y una especie de palo de madera rectangular y alargado (una regla que dotaba a O´Brien del aspecto de un maestro de escuela de los años 40) y tragó de pánico cuando dijo cuando con una voz de ligera corte sádica:
-Has sido muy malo, Winston Smith…




    Martín colocaba unas botellas de vino y se pudo leer en sus labios:
-La venganza también se sirve flambeada…