6/Envidia
“El frutero verde”.
Era bella. Más que una diosa. Su eterna juventud la hacía
que fuera un lindo capullito de rosa por el que cada mañana resbalaba una gota
de brillante rocío.
Había alcanzado la fama. Su rostro se iluminaba cada día con
los flashes de los paparazzis, que ansiosos la esperaba a la salida de su casa,
a pesar de todo no manchaban su impecable hermosura.
Tenía todo lo que cualquier materialista podría desear,
además estaba casada con otro rico joven y apuesto, amigo suyo de su infancia
más tierna.
Pero este rostro risueño y casi infantil, a parte de amigos
por doquier también había generado los más sucios y rastreros enemigos.
Pero en contrapartida, como la más simple historia, en las
sombras, estaba una amiga de este precioso capullito. Poco agraciada, más
tirando a pobre que a clase media, divorciada y soltera y con la incapacidad de
poder dar a luz; rezaba todos los días plegarias para que algo malo le
ocurriera a aquella gota fresca de almíbar.
El vigésimo primer aniversario del cumpleaños de esta, su
humilde amiga decidió presentarse en la fiesta que esta organizaba. Quería
arrebatarle todo cuanto tenía. Lo que ella nunca podría tener.
Comenzó la fiesta, y la joven percibió la llegada de su
antigua amiga, la abrazó y se preocupó de que no se sintiera más incómoda de lo
normal.
Al final de la fiesta, la envidiosa colocó su regalo encima
de la mesa, buscando el sitio más adecuado.
En el centro reposaba cansado un elegante frutero de mármol
verde que recordaba al verde tranquilo de las algas marinas.
Frutas desde las más comunes a las menos conocidas ocupaban
su sitio en tan delicado soporte.
Las dos amigas se retiraron a una zona más tranquila, donde apenas
había gente.
Entonces, con los ojos entre rabia y desesperación, la
desafortunada muchacha sacó una pistola lo suficiente ligera para ser manejada
fácilmente por alguien no muy experto.
Expresó casi en lágrimas su odio hacia aquella belleza por
ser alguien tan perfecto y con tanta suerte, porque alguien así es un ser
injusto.
La preciosa joven rompió en lágrimas, suplicando su vida y
excusándose en la más profunda inocencia de que haber tenido eso no era culpa
suya.
A su compañera no le importaron las razones de su amiga y
con un disparo le arrebató la vida.
Ante el ruido, la multitud llegó corriendo al cuerpo de la
bella joven muerta quien seguía sin perder su belleza a pesar del disparo.
Ante esto, la otra chica perdió el control y los nervios.
Girándose y observando a todos los presentes señaló al frutero y
arrepintiéndose para sí de su pecado apretó el gatillo y se disparó a la altura
de la frente.
Río de sangre y gritos que inundaron la fiesta.
Alguien señaló el verde frutero y la única fruta que aún
permanecía en el centro de este.
Escrito con la caligrafía de la envidia, en una manzana de
oro se podía leer: “Para la más bella”.
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